viernes, 28 de agosto de 2015

Esencia

Perdura en el aire ese fulgor dorado del crepúsculo otoñal, grandes manchas de sangre mustia desfilan en lo alto formando nubarrones, oscureciendo la densa hojarasca que cubre caminos. El mundo es alboroto susurrante entre copas peladas, sendos escondrijos donde cobijarse hasta el alba, mientras un lento sopor moribundo extiende la distancia del último sol, lejana y mansa presencia, estrella agotada, incapaz de cambiar las cosas. 
S.F.

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