viernes, 20 de febrero de 2015

Este texto está dedicado a la memoria del gran ilusionista argentino René Lavand. 

La destreza no estaba en esa única mano
si no en la coordinación para contar una anécdota
y a la vez mover velozmente los dedos,
así distraía la atención del público
como avezado encantador de serpientes.
Por eso recuerdo que verlo barajar
oyendo su voz monocorde pronunciar precisas palabras,
hacía pensar en el sentido de la vida
en cómo se puede superar la adversidad para convertirla en arte.

S.F.

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