domingo, 1 de diciembre de 2013

Un lagarto en el altillo

Para mí resultaba tan ordinario el espectáculo del amanecer, con la tangible salida de ese sol endemoniado que iba creciendo, pintando todo a su paso hasta el extremo de producirme una momentánea ceguera, que corría a cerrar las ventanas. Y, retrocediendo, casi era inevitable que me clavara la misma tabla en la frente. Como un poseso encendía un velador y continuaba mi peliaguda tarea, llenando hojas de Word con palabras y más palabras. Comía algo a lo ratón, entregaba mi trabajo por correo electrónico y me iba a dormir. Pero como cualquier recorrido tiene un final, cuando aquello iba dejando paulatinamente de brillar y entonces objetos, animales, inclusos hasta los sujetos se borroneaban, yo aprovechaba para salir un poco de la madriguera, estirar las piernas, hacer compras. Notorio es que quienes primero se adaptaron fueron los microorganismos, duchos por su ínfimo tamaño a no ser vistos, considerados, tenidos en cuenta, me decía. En cuanto a la flora (que no es mi prima hermana) lo supo desde el principio, y siempre contribuyó a sostener universos propios y ajenos. Las aves y los cuadrúpedos lo aceptaron con cierta naturalidad, incluso muchos consiguieron amoldarse a vivir en una oscuridad total y se ocultaban de la luz, como el pez en el umbroso fondo del océano, claro está. Pero quedábamos nosotros, opino, las autodenominadas personas, seres humanos, individuos... Y ahí es de donde nacen todos los problemas, ¿o me equivoco?
Seré curiosa: ¿de qué vive un periodista?
Me interrogó esa señora bien acicalada, con quien mantenía un breve intercambio de frases, en la presentación de aquel ensayo basado en el arduo estudio científico sobre la periódica destrucción de los ecosistemas.
De untar al mundo con una realidad para que veteranas como usted tengan tema de conversación cuando toman té, mentí sin dudar.
Me miró con desprecio y dio vuelta la cara.
No sos muy sociable que digamos, mejor volvete a tu covacha, lagartón, me dije y así lo hice, asumiendo que tal vez pudiese ser pariente lejano de Nosferatu.

S.F.
Este texto se publicó en el número 37 de la revista Odradek, en agosto de 2009. 


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